sábado, 31 de enero de 2015

Habitación Oscura





Ya me desprendí de esos brazos que acunaban seguridad. Ahora me siento a solas en la penumbra a contemplar cómo van cambiando las tinieblas en la noche.
Si cierro los ojos en calma y me concentro, puedo notar cómo serpentean mis miedos, cómo se arrastran maquiavélicos por los huecos de mi alma.
Casi puedo sentir el revolotear de mis sueños. Esa brisa fresca, matutina, que levantan con su vuelo.
Pululan a placer por la estancia nocturna. Me abandonan...

He vuelto a encerrarme en esta oscura habitación, donde mando a callar al molesto silencio cada noche; cada día.

Me he sentado de nuevo en esa silla. Aprecio las hendiduras que su sombra refleja en el suelo.
En mitad de esa habitación, dejándome acariciar por los últimos rayos del sol que muere a mi derecha. Sintiendo el gélido baño de la luna anciana, pálida; luna que invade mi soledad, se cuela por los barrotes de mi ventana para rozar mis pies.


Hace días que desapareció mi apetito. No recuerdo la última vez que me levanté de esa silla... Ni siquiera estoy segura de que haya salido de esta habitación alguna vez... Quizá siempre he estado aquí, quizá soy parte de ella desde el principio...

jueves, 22 de enero de 2015

Reencuentro





Sólo soy capaz de encontrarme a mí misma en la inmensidad del silencio nocturno. Es en ese instante en el que abro la ventana a la temprana o tardía brisa de la madrugada cuando pongo los pies sobre la tierra. Con este ritmo frenético diario que me obliga a no pensar. Me pierdo entre telarañas mentales que no llegan a formarse. A veces puedo pasar meses sin hallarme.

Son en estos períodos en los que mis sentimientos, mis instintos erosionan bajo mi piel. Me piden a gritos salir, abrir mi alma una vez más... y yo sin saberlo, acallo este murmullo que me da la identidad. Maldita rutina...
Necesito esa falsedad, esa ansiada “libertad”. La necesito y no me doy cuenta de cuánto y cuándo.
Amanece la vida pasajera con un atardecer tan cercano que me atemoriza abrir los ojos.
Vamos a dejar una huella. Que se acuerde alguien de nosotros en alguna tarde de lluvia, en alguna conversación sin trascendencia o en algún momento sin más.

En esta procesión de pensamientos, tal vez incoherentes, en los que estoy inmersa esta noche, no puedo más que recordar mi corto recorrido hasta hoy; mi pequeño caminar.
Y claro está, desvarío como una loca. Pero, qué bueno es estar loco en un mundo tan irreal.

Ya me voy despidiendo (al menos en este texto) porque, como siempre, nunca sé cómo llegar a un final perfecto.   

lunes, 19 de enero de 2015

Evocaciones






Me gusta pensar que soy el mismo de siempre.
Que mi espíritu joven no se adormece con el pasar de los años.
Pasear cada día hasta el mismo acantilado,
sentir el crujir de las piedras bajo mis pies
como si fuera la primera vez.

Notar el rumor de la brisa vespertina
recorrer mis nudillos sobre el bastón.
Escuchar el cantar del mismo gallo
una mañana sí y la otra también.

Sentarme bajo el frescor de la higuera
y saborear el fruto temprano de mi huerta.
Ver el camino perfecto que forman las hormigas
y hundir mis dedos en la tierra tostada por el sol.

Me conformo con mi simplicidad. No quiero más.

Pero, es imposible ignorar que todo tiene un fin.
Amargamente recuerdo mi solitaria mesa,
siestas rotas y la sequedad de mi boca al pedir agua fresca.
A pesar de mi cuerpo cada vez más quebradizo,
aún puedo notar mis sentimientos erosionar bajo mi piel.

Ya no percibo tu perfume en la almohada;
apenas se oye el eco de tus lejanos pasos.
Cómo penetra en mis huesos el olor a tierra mojada.
Se tiñen de sepia los recuerdos de antaño.
Ahora las sombras de las resecas ramas
gobiernan nuestra morada.

Los atardeceres eternos bañan las tejas de cobriza tristeza.



viernes, 16 de enero de 2015

Ático

Dentro de ese habitáculo llamaba a la inspiración.
Tan desesperadamente llamaba a la condenada inspiración que ajena me hallaba en aquel aislamiento progresivo.
Sin percatarme de mi propia consciencia, me sumía en pensamientos nublados. Pensamientos que poco tenían para relatar. Pensamientos que en sí no contaban mucho. Pensamientos que no me servían más allá que para torturarme.
Mi mente, hacedora de la más fantásticas historias; de los más inverosímiles cuentos, se cerraba herméticamente a deshoras,las horas de las fantasías sedosas que bailan con los sentidos adormecidos. En aquellos instantes en que más pasión podían mostrar mis manos,
mis ojos; mi mente callaba cualquier muestra de deliciosa locura.
Mi mente se negaba a pertenecerse.En mitad de la madrugada solitaria, allí donde la calma habita,donde los demonios acechan en los umbrales de los
dulces dormitorios de infantes inocentes. Allí mi silencio parecía ruido que celosamente guardaba mis palabras.

Cogiendo aire de manera desordenada, intentaba poner sosiego a mi exasperación.
- Vamos- dije- vamos una vez más, palabras. Dejaos ver.
Apartad el grueso velo tras el cual os burláis de mi pobre
persona. Dejad que os acaricie una noche más. Prometo serla mejor de las amantes que hayáis tenido...

Convencida de mis rezos, abrí los ojos a la espesa negrura que intimidaba la calle bajo mis ventanas. Tanto intimidaba la monstruosa negrura que la única farola que hasta entonces no había fallado comenzó a titilar cual tímida chiquilla aterrorizada en su primera noche de amor.
Tan sumida me hallé en un momento ante aquella visión que quise tender una mano de consuelo a la pobre farola.
Me sorprendí por tal ridículo acto de bondad hacia una farola. Bajé de nuevo a mi habitáculo presenciando la definitiva muerte de mi ahora fría amiga, caída en las garras de su negra enemiga.Ahí estaba de nuevo, dentro de mi chirriante silencio. Oyendo los pasos de mi desespero que martirizaba mis sienes.
- Venid a mí condenadas...- llamé a las palabras- Regresad a
mis labios. Fingid amor una noche más, quedaos apenas unas horas para que os pueda volver a alabar... Dejad que maraville mi desordenado mundo con vuestra desquiciante belleza.
Implorando la compañía de esas palabras que tanto necesitaba,volví a caer prisionera de mi distracciones al escuchar más certeramente el golpeteo del agua sobre mi tejado. Ese tejado, hogar de
infantiles escenas en las que antaño acunaba a gatos callejeros,aprisionando su compañía bajo mis inmaduros brazos. Mi cálido tejado, primavera de mi adolescencia en la que dí mi primer
beso. Ese tejado, testigo de mi más amplia carcajada, de mi más ahogado llanto, de mi más minucioso secreto...
Ahora maltratado por aguaceros crueles que querían borrar mi huella. Enojada, miré al techo en pos de gritara las mismas nubes que cesaran de una vez... Y volví de nuevo en mí: en pie y con puño amenazante. Qué tierna locura momentánea la de odiar a las nubes.
- Pero ya basta. Basta de este ir y venir entre pasadizos de
vagancia. Ya es hora de mirar al papel y lápiz. Ya es hora de siquiera garabatear una frase estúpida. Una frase que no servirá para nada, una frase que arrugaré y tiraré en el rincón más
recóndito de mi mente.
Cierro mis ojos y visualizo. Las veo. Ahí están humillándome.
Ahí se esconden de mí tras ese grueso terciopelo. Míralas.Revolotean jactándose de mi desdicha. De mi sequía...
¡Malditas seáis!
Traedme ese regazo que tan cómodamente me hace concebir el olor a lluvia,
el olor a otoño temprano.

Casi está amaneciendo. La larga noche va cediendo su lugar al grisáceo día.
Agotada, acomodo mi cabeza sobre el frío papel.
No puedo determinar si me parece frío por la temperatura que desprende
o por su vacío glacial.
- Quietud. Lasitud que me abrazas a diario. Vete... Ahora es cuando más te odio
¿Es que no comprendes el daño?
Cómo me gustaría romper, rasgar ese terciopelo.
Ese otro mundo que colinda con el mío.
Las oigo juguetonas, como quinciañeras coqueteando conmigo.
Con mi desesperación.
-He de ser yo la que las obligué a salir- me dije- He de ser yo la que las haga madurar.
-Vamos palabrejas- les dije en tono jocoso- no pretendo aprovecharme de vosotras.
Yo os considero amigas. Mas nunca a un amigo he pedido más allá que compañía
y conversación.
-Dialogaremos como antaño en mis desamores. Como en aquellos eternos días de pesadumbrez.
Hablemos de esas sensaciones terribles que despiertan una pérdida.
Vamos... Os confiaré mi alma como tantas otras veces...
Miré recelosa la luz del candil que tan súbitamente también me abandonaba.
En un sonoro suspiro pensé que se hallaba otro fracaso.
Pero, al igual que la bolsa protectora de un nonato se abre en dos para descubrirle la vida, así las sentí brotar desde el interior de mi estómago.
Así se abrían camino a la cuna de mi escritura joven.
Como parte de mi propia sangre recorrían mis venas. Las ensanchaban.
Galopaban sin control desde mi cerebro. Desde mi corazón...Hacia mis manos.
En el crepúsculo de mi silencio, culminaba en victoria mi noche desesperada.
Caudales de ideas misericordiosas fluían entre mis dedos una vez más.


Bienvenidos a mi blog


Una nueva aventura se inicia ante mí... Confesaré que estoy entusiasmada como cada vez que empiezo un proyecto.

Tengo que decir que, a pesar de que escribir sea mi mayor pasión, me causa terror. Esa ansiedad ante la hoja en blanco, al comenzar una página, crear coherencia en las frases...
Siento auténtico pánico.

En este blog quiero ofrecer mi yo más sincero y simple. Relatos basados en hechos reales e irreales.
Pretendo entretener y crear juicios sobre mí.

No me quiero dilatar mucho más pues a estas horas de la mañana no se me aclaran las ideas...

No esperes más. Dame tu mano y entremos juntos a mi ciudad sin ley.