jueves, 22 de enero de 2015

Reencuentro





Sólo soy capaz de encontrarme a mí misma en la inmensidad del silencio nocturno. Es en ese instante en el que abro la ventana a la temprana o tardía brisa de la madrugada cuando pongo los pies sobre la tierra. Con este ritmo frenético diario que me obliga a no pensar. Me pierdo entre telarañas mentales que no llegan a formarse. A veces puedo pasar meses sin hallarme.

Son en estos períodos en los que mis sentimientos, mis instintos erosionan bajo mi piel. Me piden a gritos salir, abrir mi alma una vez más... y yo sin saberlo, acallo este murmullo que me da la identidad. Maldita rutina...
Necesito esa falsedad, esa ansiada “libertad”. La necesito y no me doy cuenta de cuánto y cuándo.
Amanece la vida pasajera con un atardecer tan cercano que me atemoriza abrir los ojos.
Vamos a dejar una huella. Que se acuerde alguien de nosotros en alguna tarde de lluvia, en alguna conversación sin trascendencia o en algún momento sin más.

En esta procesión de pensamientos, tal vez incoherentes, en los que estoy inmersa esta noche, no puedo más que recordar mi corto recorrido hasta hoy; mi pequeño caminar.
Y claro está, desvarío como una loca. Pero, qué bueno es estar loco en un mundo tan irreal.

Ya me voy despidiendo (al menos en este texto) porque, como siempre, nunca sé cómo llegar a un final perfecto.   

No hay comentarios:

Publicar un comentario